Por Luis Chávez Lara
Egresado de Historia de la UNMSM
No tengo otra explicación. Últimamente los asesores presidenciales están bebiéndose los whiskies perdidos de Toledo, los vinos tintos de García o están visitando demasiado a Antauro y probando de sus exóticas hierbas alucinógenas. ¿Cómo es posible que el Presidente de la República esté tan mal asesorado?, ¿es que siempre tiene que importunar con su presencia y aparecer en la foto?, ¿acaso no se dan cuenta que en lugar de engrandecer su figura la colocan en el último escalafón reservado al charlatán? Las últimas apariciones de Ollanta Humala en público me han dejado un sabor amargo en la boca, primero fue en Cabeza de Negro y ahora en medio del Operativo Libertad, en la primera enarbolando una bandera en señal de triunfo cuando la causa del desastre es señal de su derrota frente a la minería informal, y en la segunda vistiendo el uniforme y haciendo esperar por horas a los recién rescatados y a sus familias para aparecer en las portadas, retrasando el esperado encuentro de estos con sus seres queridos.
En Cabeza de Negro se demostró de una manera trágica que la política de Gobierno en materia de minería informal todavía sigue siendo un desastre, el derrumbe de toneladas de piedras es una perfecta analogía de su errático proceder y el de sus ministerios para proteger los derechos, la salud y la vida de los ciudadanos por un lado, y por el otro el poco interés que todavía contamina las escasas iniciativas para salvaguardar el medio ambiente. Una bandera peruana se enarbola en señal de algarabía celebrando la victoria presidencial por sobre escombros, rezagos del desastre que debería estar evitando desde su sillón presidencial en coordinación con las autoridades locales y no buscando protagonismos innecesarios.
En el Operativo Libertad que afortunadamente logró salvar la vida de los rehenes, curiosamente ad portas de conmemorarse el nefasto episodio del Operativo Chavín de Huantar, aparece vestido de militar como si la población no supiera que la hazaña no fue gracias a él sino a los héroes que sacrificaron sus vidas por la de verdaderos desconocidos que tuvieron la suerte de nacer en sus mismos terruños jurisdiccionales, y para colmo de males retrasando durante horas su regreso a casa, como si no hubiera sido suficiente pasar días al lado de sus captores, aquellos que acechan en la oscuridad verde de la selva en contingentes armados hasta los dientes, los actuales narco – terroristas.
Dos lastres se han hecho manifiestos en estos últimos días, el chantaje sistemático de los grupos que apoyan la minería informal para adueñarse posteriormente de los ricos minerales y manejarlos a su antojo y el poder todavía latente de los terroristas aliados al narcotráfico, ojo señores, estos ya no son remanentes, son grupos fuertemente organizados, con líderes desideologizados, altamente pragmáticos y que han degradado su supuesta condición revolucionaria a la de simples y vulgares secuestradores. El presidente Humala debería tener prioridades, uno, hacer lo imposible para que el Estado tenga presencia en las zonas afectadas por estos problemas, dos, hacer que se cumplan las leyes, tres, dotar de armas y logística adecuada a nuestras FF.AA. y policiales para que puedan hacer su trabajo, cuatro, negociar con justicia y con criterios técnicos, humanos y medio ambientales para evitar mayores conflictos sociales y no ceder ante la prepotencia de los grupos politizados anti – mineros ni de lobistas transnacionales, cinco, asegurar la gobernabilidad democrática y alejar el fantasma dictatorial que se cierne por sobre las mentes amantes del fujimorismo, las cuales prefieren que las cosas se hagan con mano dura y sin oposición en los Congresos, y seis, abandonar el anfiteatro mediático y dedicarse a trabajar de verdad y no presentarnos espectáculos de ilusionismo, apareciendo cada vez que puede en la victoria falaz de una guerra que está perdiendo.
Si peco de ironía en temas tan serios no es porque quiero ser gracioso, es porque de tanto estar sentado en la butaca de este circo al que asistimos casi 30 millones de peruanos, intento reír, para no terminar llorando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario