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sábado, 18 de febrero de 2012

Vale un “Estados Unidos”

Por Luis Chávez Lara
Egresado de Historia de la UNMSM

Hace unos días vi un documental presentado por un personaje de avanzada edad elegantemente vestido, su traje era reluciente, sus movimientos preparados, su cabello rubio con gel y su rostro optimista. Este presentador que más parecía un trabajador del coaching decía ser auditor, y se propuso un reto jamás intentado, determinar el valor total del país más poderoso del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica. Tamaña tarea la que se planteó, saber cuál era el monto al que ascendía su país incluyendo sus recursos naturales, su poderío bélico, su infraestructura y finalmente sus ciudadanos, a los cuales también les puso un precio (capital humano). Como en este mundo todo se compra y todo se vende, y la lógica impuesta por el capitalismo nos lleva a monetarizar hasta nuestras existencias llegó a la conclusión de que a pesar de los “rumores de los pesimistas”, los Estados Unidos seguiría siendo el país más vigoroso del mundo ya que tiene un valor de 250 billones de dólares, es decir, de decidirse “repartir” el valor del país entre todos sus ciudadanos, obviamente sin incluir a los indocumentados, cada uno recibiría alrededor de 1 millón de dólares, verdes más, verdes menos, y a ritmo de un fondo musical militar aparecía un moderno avión ultrasónico, sus inmensos puentes, carreteras y sus poderosos portaviones acorazados, mientras la voz del presentador, en tono triunfal anunciaba la supremacía de la tierra del Tío Sam por sobre todo el mundo, entre bombos y platillos, llamando a la tranquilidad de sus connacionales ante los continuos anuncios de una crisis mundial venidera.
Me pregunto quién habrá financiado este desesperado documental en el que se hace alarde de todo lo anteriormente mencionado a través de la señal de TV por cable, no creo que haya sido una organización de caridad, a menos que procure ser caritativa con el gobierno de Obama al prestarse para contribuir con la buena salud psicológica del país, no lo creo, seguramente fue él mismo o mejor dicho su gobierno el que ha pagado este grotesco programa y a su bien peinado presentador – auditor de naciones. ¿Es que acaso la crisis internacional ha obligado al gobierno de Estados Unidos a recurrir a estos impensables recursos mediáticos?, quizá necesiten un Miguel Ángel Cornejo gringo para levantar su alicaído ánimo o de repente no han leído “El Secreto” al igual que yo, que aborrezco este tipo de literatura de autoayuda. Nada de eso, el fondo del asunto para la producción de este documental fue querer demostrar una fortaleza que, aunque lo quieran ocultar, se ve debilitada día tras día a pesar de los esfuerzos del Tesoro, de la Casa Blanca, del Capitolio y seguramente de la CIA. Pues bien, nos quieren meter la idea de que las cosas andan bien, cuando la realidad dice todo lo contrario. Habrá que creerles señores habitantes de Perulandia, si antes decíamos “vale un Perú”, ahora deberemos decir “vale un Estados Unidos”, es decir 250 billones de dólares, nada mal, quedamos chiquitos.
Si todo anda tan bien, por qué el desempleo, por qué los indignados en Harvard, por qué los salvatajes financieros, por qué las broncas entre republicanos y liberales, por qué mi vecino se regresó al Perú, por qué el retiro de las tropas de Irak (¿debido a su alto costo?). Desde la caída de la URSS el sistema capitalista ha expandido su influencia y se consolidó como el sistema económico, político y social dominante en la mayor parte del globo. Nadie, desde la perspectiva neoliberal, hubiera aceptado que este podría caer en un determinado momento, pocos recordaban la Gran Depresión, las guerras mundiales por el control de los mercados, la Guerra Fría, y todo lo que pasó para que la mano invisible hiciera su trabajo sin barreras ni límites. Sin embargo, otra nueva crisis amenaza la economía mundial, de nada sirvió elevar el nivel de endeudamiento de los Estados Unidos, salvar a Grecia, Portugal y a no sé cuántos países más en la lista de espera, cambiar el Directorio del BCE, recapitalizar a los grandes bancos, el fantasma de la recesión vuelve a atormentar a los magnos capitales y estamos entrando en un círculo vicioso que afectará, queramos o no, al Perú de manera significativa gracias a la economía globalizada que integramos, inevitablemente.
Si bien ya no estamos en las décadas de los gobiernos títeres del siglo XX, ni somos el patio trasero de los Estados Unidos, nuestra dependencia de esta potencia aún sigue siendo muy grande. No hay que ser un experto, solo hay que leer a la prensa seria nacional e internacional y sabremos que las remesas que llegan y las exportaciones que van son parte importante de nuestro peculio nacional, es por eso que de caer en recesión, Estados Unidos dejará de comprar nuestras exportaciones y nuestros compatriotas ya no enviarán el codiciado dinero a sus familias a través de Money Gram ni de DHL. Pero ahí no queda la cosa, es bien sabido que nuestros autoritarios amigos orientales chinos ya no podrán salvar a la economía estadounidense porque en su interior se está produciendo lo que conocemos como sobreproducción, un continuo encarecimiento de su costo de vida además de una galopante inflación, lo que acarreará en que dejarán de comprar productos de países extranjeros, entre ellos de los Estados Unidos y los de uno llamado Perú donde hay unas ruinas conocidas, este detalle no sería tan preocupante si China no fuera el país al que más le exportamos nuestros productos. Esto se traduce en menos trabajo para los peruanos que laboran en las pequeñas y medianas empresas de servicios, en la agroexportación, en la industria textil y otras que son las principales generadoras de empleo a nivel nacional, el panorama no se ve alentador. Nuestros economistas que se encuentran sentados en el BCR deben evaluar si continúan con las formas tradicionales de manejar la economía nacional, los ejemplos de la vieja Europa y de Estados Unidos nos indican que algo está fallando y está en los expertos resolver qué cosa es para encontrar una cura contra este vendaval de caídas que azota, al igual que Atila, el corazón de la “civilización occidental” como la llamaría el intolerante Huntington.
¿Qué hacer en este caso?, ¿desideologizar los debates o apelar a nuestros padres pensadores?, ¿firmar más TLC’s para redirigir los destinos de nuestras exportaciones?, ¿redefinir el sistema financiero, reforzarlo o tumbárnoslo?, ¿abrir las puertas a las inversiones a cualquier costo para no descapitalizar al país u oír a las comunidades y evitar conflictos que acarrean muerte y pérdidas millonarias?, ¿humanizar la relación entre el mercado, el Estado y la ciudadanía? Interrogantes que me planteo y que espero algún técnico me aclare, porque yo no lo soy, al menos todavía.

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