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miércoles, 9 de mayo de 2012

Las Promesas de Ollanta, entre lo técnico y lo político



Por Ana Lucía Araujo Raurau

El domingo pasado se publicó en el diario La República una encuesta realizada por la agencia GFK[1] que, entre otros ítems relacionados, medía la aprobación del presidente Ollanta Humala. Más allá del sorprendente salto que, según la encuesta, daba la aprobación del presidente en medio de tanto conflicto y escándalo, hubo una cosa bastante interesante que inmediatamente llamó mi atención entre los datos que leía. Una de las preguntas realizadas a los encuestados versaba sobre la razón por la que éstos aprobaban o desaprobaban a Humala y lo paradójico -y curioso- era que el 41% de los que aprobaban la gestión y el 66% que la desaprobaba, lo hacían por el mismísimo motivo: Humala está (in)cumpliendo sus promesas[2].
 ¿A qué promesas se referirían? Una primera respuesta que podríamos esbozar es que se refieren a las propuestas de índole técnico, como por ejemplo la implementación de programas sociales como “Beca 18”, o “Cuna más”, o el aumento del sueldo básico a 750 soles. La lógica sería: aquellos que recibieron satisfactoriamente estos programas van con Ollanta, los otros no. No obstante, un cuadro de distribución que nos da la misma encuesta indica que los sectores sociales menos contentos con Humala -es decir, muchos de los que piensan que Humala no va cumpliendo sus promesas- son el D y E y, por lo contrario, los más confortados son los sectores A/B y C. Si volteamos la tortilla y alegamos que técnicamente, se está cumpliendo con mantener estable y en alza a la economía peruana y por eso los sectores más elevados son los más felices, observamos contrariamente que el 58% de las personas que habitan el Oriente -la selva- aprueba la gestión de Humala. Por demás está decir que el Oriente no está repleto de personas con alto poder adquisitivo, cosa que ni siquiera pasa en Lima -supuesto centro de poder-. 
Mucho más confuso se vuelve todo si tratamos de recopilar las promesas hechas por Humala -antes y durante su gobierno- pues no sólo nos encontramos con un menú diverso de planes de trabajo, hojas de ruta y otros, sino que las ‘promesas’ que se dirigieron hacia los distintos estratos sociales fueron hasta contradictorias. Aún si siguiéramos poniendo nuevos ejes técnicos de qué promesas son las definen la respuesta de los encuestados ninguna podría explicar la paradoja. El problema del razonamiento es ese justamente: discurrir en el ámbito de lo técnico nos obliga a ver este problema fijando criterios; más aún implica ver el fenómeno como un dispositivo: si se cumple con el programa social X la persona Y debe aprobar la gestión. Si fuera así ni el mismo Humala -quien parece tener una insana obsesión de querer complacer a todos- tendría claro qué clase de promesas está (in)cumpliendo para tener esos resultados.
En ese sentido, me parece absolutamente pertinente hablar de las ‘promesas’ de Humala no desde lo técnico como marco de referencia -ya hemos visto que no nos ayuda-; sino como inscritas en marcos políticos que se han ido construyendo y transformando desde su campaña hasta la actualidad, y en los que las esperanzas y las sensibilidades de las personas tienen un rol constituyente.
Así por ejemplo, la diferencia entre Huamala y Fujimori en campaña no eran las propuestas técnicas -si no tengo mala memoria, Keiko tenía un plan atiborrado de programas sociales- sino que el debate se movía claramente en torno a lo político. La candidatura de Ollanta Humala claramente significaba si no una gran transformación, al menos un revés para los ‘poderosos’, una revancha que se iba a cobrar. Tanto así que apenas ganó, la bolsa de valores sufrió una baja y la CONFIEP inmediatamente pactó una reunión política con el electo presidente para asegurar la continuidad del ‘modelo económico’[3]. De la misma manera, ya en el gobierno, las señales políticas de Humala permitieron que reposicionara el sentido de su liderazgo hacia un aire de seguridad entre quienes al principio habían pensando su candidatura como peligrosa para sus intereses.
Sería tonto pensar sin embargo, que estos dos constructos de significado sobre el gobierno de Humala son monopolizados por sectores sociales determinados: la encuesta justamente demuestra todo lo contrario. Lo importante que queremos señalar es que bajo estas dos líneas principales de percepción[4] de ‘lo que prometió Humala’ o ‘lo que debía ser el gobierno Humala’, se fueron administrando las esperanzas y sensibilidades de las personas, pero dichas líneas no son antagónicas en nuestra particular subjetividad: un emolientero puede creer que debe seguir el modelo económico que le ha permitido progresar, pero a la vez puede identificarse sin ningún problema con una lucha contra los poderosos. Las fronteras políticas ya no se preocupan por dividir a las personas en dos grupos irreconciliables -proletarios y capitalistas-, sino en generar identidades competitivas dentro de un mismo sujeto. El mismo Humala es testimonio de vida de este nuevo trazado del mapa político.
 No sorprendería que Humala, mientras no haya ningún escándalo político de gran magnitud y siga dándole el mismo matiz a su manejo político, se mantenga con un nivel de aprobación de  media tabla.



[3] Habría que ver qué cosa entienden los de la CONFIEP por ‘mantener el modelo económico’
[4] Hay por supuesto, otras líneas de percepción, pero de menor trascendencia que las que se ha mencionado. 

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