Por Luis Chávez Lara
Egresado de Historia
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
En 1989 Francis Fukuyama escribió un polémico artículo que dio origen a un libro mundialmente conocido: El fin de la historia y el último hombre (1992). En dicho libro, que era la ampliación de la primera publicación, planteaba que después de la caída del muro de Berlín y de la U.R.S.S. la historia finalmente llegaba a su fin con el establecimiento de una sociedad en la que el liberalismo democrático sería la constante universal para los tiempos venideros. El conflicto entre ideologías totalitaristas y democratizadoras, entre derechas e izquierdas o entre liberales y marxistas tendrían que declararse desaparecidos y en adelante la civilización sería regida por el imperio de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad económica. Craso error, la misma historia a la que sentenció le demostraría que estaba viva incluso para enseñarle que deje las oscuras actividades de la predicción a las pitonisas, lección que seguramente Kant también deberá estar analizando desde que encontró la muerte allá por el año 1804.
Un año después de la publicación de este libro que fue un best – seller entre la comunidad académica por sus aspiraciones apocalípticas en el plano de la filosofía de la historia y de la politología, aparece otra importante figura intelectual que, refutando a la anterior volvió a estremecer las aulas de las mejores universidades y a los más prestigiosos institutos de investigación a nivel global. Su nombre fue Samuel Huntington y emulando el caso pasado, publicó un artículo que llevó por título El conflicto entre civilizaciones, próximo campo de batalla, preludio del que sería el libro que finalmente nos lleva al tema que nos interesa, El choque de civilizaciones, en los cuales rebate lo propuesto por Fukuyama y augura nuevos escenarios conflictivos en el futuro, otorgándole vitalidad al proceso histórico, alejándolo de la pasividad y de la paralización a la que había sido condenado, al menos en el nivel teórico, consciente de que la tinta aguanta todo.
Desde la primera línea del artículo Huntington confronta a Fukuyama y progresivamente nos proporciona un nuevo paradigma de civilización, en sus propias palabras:
“Una civilización es una identidad cultural… Una civilización, pues, es el agrupamiento cultural humano más elevado y el más amplio nivel de identidad que poseen las personas excepto el que distingue a los seres humanos de otras especies. Se define mediante elementos comunes, tales como lenguaje, historia, religión, costumbres e instituciones, y por la propia identificación subjetiva de las personas”. [1]
Siguiendo esta conceptualización de la civilización, Huntington divide al mundo en siete u ocho grandes civilizaciones, la occidental, confuciana, japonesa, islámica, hindú, eslavo – ortodoxa, iberoamericana y la africana. De ellas nos dice, el mundo se nutrirá de conflictos debido a las diferencias culturales que existen entre cada una de ellas y que serán el resultado de factores principalmente religiosos. El tiempo parecía darle la razón al ducho profesor de Harvard a raíz de los acontecimientos de las Torres Gemelas, la posterior cacería de Osama Bin Laden en Afganistán, la invasión de Irak y el incondicional apoyo de EE.UU. a Israel en el corazón del mundo musulmán. Se configuraba así el escenario en que dos de las principales civilizaciones a nivel mundial se veían enfrentadas, la Occidental y la Islámica u Oriental, la Cruzada enfrentada a la Yihad, la modernidad frente al atraso, Dios versus Alá, era la etapa de epifanía de los seguidores de Huntington y principalmente de sus editores. Sin embargo, los argumentos de Huntington, lejos de convencer a la totalidad de académicos y políticos, generó una corriente de debates y de opinión acerca de cuál sería el futuro de las relaciones entre los países culturalmente distintos. Algunos círculos de intelectuales decretaron el acta de defunción de los postulados de Fukuyama gracias a la evidencia que el tiempo y los acontecimientos se apuraron en proporcionar tales como los conflictos llamados de “limpieza étnica” en la década de 1990, dentro inclusive de los mismos Estados, otros se dedicaron a refutar a Huntington siguiendo otra línea interpretativa.
Cito como ejemplo a Edward W. Said, un prominente intelectual y activista palestino fallecido hace pocos años, en una de cuyas columnas publicadas en el diario español El País realizó una crítica feroz de los argumentos del autor de El choque de civilizaciones, atacando desde varios frentes sus postulados más emblemáticos, para muestra un botón:
“En realidad, Huntington es un ideólogo, alguien que pretende convertir las 'civilizaciones' y las 'identidades' en lo que no son, entidades cerradas y aisladas de las que se han eliminado las mil corrientes y contracorrientes que animan la historia humana y que, a lo largo de siglos, han permitido que la historia hable no sólo de guerras de religión y conquistas imperiales, sino también de intercambios, fecundación cruzada y aspectos comunes”.[2]
Said nos habla del intercambio cultural y del enriquecimiento mutuo y en varias direcciones que históricamente se ha producido en el breve periodo que la humanidad adquirió el dominio sobre su conciencia y los tiempos actuales. Reniega de las etiquetas como Occidente o Islam asegurando que confunden y desorientan a las personas creando prejuicios entre una y otra colectividad. Este es un punto para reflexionar debido a los últimos acontecimientos mundiales tales como la “primavera árabe”, es decir, la sucesión de levantamientos en varios países gobernados por sátrapas que se habían apoderado del poder durante décadas, para entenderlo mejor, la adopción de valores democratizadores tradicionalmente entendidos como occidentales de parte de ciudadanos árabes en busca de libertades civiles y en contra de las dictaduras de las que son víctimas.
Un escenario así en años anteriores hubiera parecido haber salido de la pluma de algún audaz escritor y no de un periodista leyendo un telepronter, pero en fin, otra prueba que serviría para apoyar el argumento de Said son las últimas protestas de los “indignados”, ciudadanos de a pie que sin necesidad de pertenecer a las mismas “civilizaciones” tales como las entiende Huntington, se ven unidos por una misma bandera, no nacional sino reivindicativa enfrentando al status quo y cuyo principal lema es que ellos no están en contra del sistema sino que el sistema está en contra de ellos, el 15 – O es la prueba más irrefutable y reciente de ello, en él participaron países occidentales en sus dos variantes, la americana y la europea, iberoamericanos, aunque también miles de japoneses, africanos e incluso de Oceanía y utilizaron efectivamente una herramienta desconocida hasta hace poco: las redes sociales.
Jacobo Muñoz, filósofo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, también realiza una reflexión, él nos habla de un “universalismo occidental” que busca expandirse y del que Huntington sería partícipe. Refiriéndose a sus argumentos, Jacobo Muñoz dice:
“El problema radica – nos atreveríamos a sugerir – en su rechazo de toda posible abdicación por parte de Occidente de esa presunta superioridad de su cultura que justificaría los sucesivos intentos de universalizarla a que se ha asistido históricamente”. [3]
Desde mi particular punto de vista, el mundo occidental busca expandir su influencia hacia otras regiones del globo. Aquí viene un asunto por demás debatido, se trata del multiculturalismo y del interculturalismo, dos conceptos que en palabras de Muñoz serían el uno una mera coexistencia pacífica de unidades culturales encerradas en sí mismas y el segundo, una suerte de diálogo entre los pueblos, que al parecer es el que más agrada al autor y que recomienda seguir en pos de construir un espacio humanizado de tolerancia en vez de guetos tolerados. Las pruebas que encontró Muñoz con seguridad son las mismas que cualquier lector puede hallar sobre esta intención de universalizar las identidades, imponiendo la cultura occidental a civilizaciones no occidentales, las propias palabras de Huntington son las que finalmente lo delatan a pesar de que hace explícito que:
“Esto no equivale a considerar que sean deseables los conflictos entre civilizaciones. Es adelantar hipótesis descriptivas respecto a cómo puede ser el futuro… A corto plazo, es de evidente interés para Occidente fomentar el aumento de la cooperación; especialmente entre sus componentes europeos y norteamericanos; incorporar a Occidente a aquellas sociedades de Europa Oriental y de América Latina cuyas culturas son cercanas a Occidente; fomentar y mantener relaciones de cooperación con Rusia y Japón;… limitar la expansión de la fortaleza militar a los Estados confucianos e islámicos;... mantener una superioridad militar en Asia Oriental y Asia del Suroeste; explotar las diferencias y conflictos entre los Estados confucianos e islámicos;… fortalecer las instituciones internacionales que reflejen y legitimen los intereses y valores occidentales y fomentar la participación de Estados no occidentales en esas instituciones”.[4] Esta es su receta.
El párrafo anterior refleja una intencionalidad expansionista que la denominada “guerra preventiva” emprendida por EE.UU. manifiesta con claridad y con respecto a su política internacional con los países islámicos y principalmente petroleros. Además de ello, los países occidentales y sus incursiones belicistas en Oriente se rodean de una atmósfera civilizatoria, es decir, las invasiones, de una u otra forma tendrían “intenciones pedagógicas", argumento que hoy muy pocos creen debido a que la información llega a los ciudadanos con simplemente hacer un clic.[5]
Finalmente, el contexto internacional y la nueva reconfiguración mundial, el ascenso de China y de la India a ser potencias, las caídas de las bolsas, ojo, occidentales, la crisis de los EE.UU., los continuos salvatajes financieros europeos para evitar un Crack en el viejo mundo, las revueltas sociales a nivel global, los nuevos gobiernos de izquierdas en América Latina, las redes sociales que permiten el diálogo intercultural en tiempo real y otros factores tecnológicos, lingüísticos y migratorios a escala mundial harán que asistamos a un nuevo proceso no de choque sino de teorización de la civilización tradicionalmente entendida debido al carácter cosmopolita de las sociedades y principalmente de las juventudes que ven el mundo desde sus Tablets o iPhones.
Las sociedades evolucionan constantemente, el ejemplo de la “primavera árabe” es paradigmático, las estructuras cambian en lo que algunos historiadores franceses llaman la “larga duración”, es por eso que frente al nuevo escenario mundial lo que queda es esperar. Y aunque no se puede negar que hay encuentros desafortunados, estos se producen por grupos radicalizados que conocemos como terroristas, porque así como existe el Hamas también hubo un MRTA, uno de Palestina y por ende árabe y el otro peruano y finalmente ubicado en el lado occidental u occidentalizado del mundo. El encasillamiento siempre ha llevado a falsas generalizaciones que en lugar de ampliar las perspectivas terminan por encoger la capacidad analítica y agrandar los prejuicios. Termino diciendo que si en algo coincido con Francis Fukuyama es solo con una frase que recientemente acabo de leer con motivo de la elaboración de estas reflexiones:
“Razonar de otro modo es poner el carro delante del caballo”.[6]
El proceso civilizatorio no llegará su fin, es parte de la historia de la humanidad y por ende innato a su evolución, así que siempre será un constante redescubrimiento en el que habrá choques pero finalmente encuentros, si no me creen revisen sus libros de historia y busquen los índices, verán que el mundo al oeste del Atlántico en el que habitamos es producto de un rico intercambio, aunque no siempre amistoso, es decir bélico, de varias culturas y tradiciones. Lo mismo ocurre en el resto del mundo, aunque a veces la sangre evite ver con claridad el mapamundi completo.
Bibliografía:
FUKUYAMA, Francis. No hay choque de civilizaciones. En globalizacion.org. Extraído del periódico argentino La Nación, noviembre del año 2001.
HUNTINGTON, Samuel. El conflicto entre civilizaciones, el próximo campo de batalla. En Pretextos Nº 8, Lima, DESCO, 1996.
MUÑOZ, Jacobo. ¿Diálogo o conflicto entre civilizaciones? En: Claves de Razón Práctica Nº 179, año 2008. En:
[http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/noticias/claves179_munoz.pdf].
SAID. Edward W. El choque de ignorancias. En El País, versión digital del 01/11/2001.En: [http://www.elpais.com/articulo/opinion/choque/ignorancias/elpepiopi/20011016elpepiopi_7/Tes].
[1] HUNTINGTON, Samuel. El conflicto entre civilizaciones, el próximo campo de batalla. En Pretextos Nº 8, Lima, DESCO, 1996, Pág. 109.
[2] SAID. Edward W. El choque de ignorancias. En El País, versión digital del 01/11/2001. En [http://www.elpais.com/articulo/opinion/choque/ignorancias/elpepiopi/20011016elpepiopi_7/Tes].
[3] MUÑOZ, Jacobo. ¿Diálogo o conflicto entre civilizaciones? En: Claves de Razón Práctica Nº 179, año 2008, Págs. 40 – 41. En [http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/noticias/claves179_munoz.pdf].
[4] HUNTINGTON, Samuel. El conflicto entre civilizaciones, el próximo campo de batalla. En Pretextos Nº 8, Lima, DESCO, 1996, Pág. 130 – 131.
[5] Estas “intenciones pedagógicas” serían la enseñanza de la democracia, del libre mercado y la expansión de la cultura occidental en general.
[6] FUKUYAMA, Francis. No hay choque de civilizaciones. En globalizacion.org. Extraído del periódico argentino La Nación, noviembre del año 2001.
En [http://www.globalizacion.org/opinion/FukuyamaChoqueCivilizaciones.htm].
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