En primer lugar quiero felicitar a los organizadores del blog Apecs informa por generar un espacio de intercambio de ideas y también agradecer por la gentileza de aceptar mi participación como columnista. Esta iniciativa es importante y a su vez brinda una oportunidad clave para evaluar el rendimiento del internet como medio de difusión de ideas y generación de problemáticas. Esperamos hallar en este espacio sorpresas y gran interacción intelectual, esa es la expectativa con la que los columnistas aceptamos colaborar de manera permanente.
Quiero iniciar mi colaboración abriendo temas y exponiendo brevemente algunas experiencias acerca de la Historia y su condición actual. Digamos que está primera participación pretende mostrar elementos que permitan una discusión ordenada desde las ciencias sociales sobre la praxis del historiador en la actualidad.
En primer lugar cabe señalar una contradicción grave en este oficio. Una contradicción que es compartida por otras profesiones pero en lo que atañe al historiador últimamente es preocupante.
Esta primera contradicción radica en que en el Perú actual muchos historiadores no hacen historia como se esperaría que lo hicieran luego de una ardua formación universitaria. Esta contradicción se constata en el subempleo resultado de la formación de un capitalismo neoliberal supeditado a la división internacional de la economía. Esta división básicamente condena a muchos países latinoamericanos a mercantilizar sus últimos recursos y a mantener una lógica mercantil de toda la estructura social. En una situación así el historiador que no se adapte al ritmo mercantil y al consumo pues no hace historia y no existe como historiador a pesar de poseer un título universitario o de historiar de manera autofinanciada.
¿Qué actividad realiza este historiador que no es historiador?
Es numéricamente misterioso pero evidente que el sector educativo privado, que mantiene una lógica mercantil, absorbe a la mayor cantidad de subempleados de tipo intelectual. Este misterio de la estadística encierra a una multitud de docentes de historia de colegios regulares, colegios acelerados, academias preuniversitarias, centros preuniversitarios, círculos de estudio, etc.
Estos historiadores alejados de la investigación, condenados a sufrir presión sobre el dictado estandarizado de la educación actual, en muchos casos con carreras inconclusas y con salarios reducidos esperan atentos a que alguien tome valor para resolver ese misterio estadístico que recita que son y no son historiadores.
En segundo lugar nombremos a los historiadores que en realidad son archiveros. Ellos también son y no son historiadores. Y revisando los planes de estudio de las universidades de los que egresan historiadores se hace evidente que los cursos relacionados a archivística y organización documental son tan reducidos que casi son imperceptibles.
Sin desmerecer a educadores ni a archiveros, el historiador peruano compite con profesionales de otras carreras, no sólo alimentando cíclicamente el subempleo sino que también otorga argumentos para generar una disminución del salario por aumento de oferta de mano de obra en áreas que de por sí son muy reducidas.
Ahora, en tercer lugar hablemos de los historiadores que hacen historiografía. Aquellos que quizá siendo pocos puedan sacar al historiador de la encrucijada. Es decir que al realizar una praxis profesional trasciendan del mero personalismo y construyan aquella noción del historiador que la población tiene en su ideario.
Partamos de procesos recientes. En la actualidad se vienen preparando actividades orientadas al tema del bicentenario de la independencia. Según ello, la E.A.P. de Historia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos prepara el Tercer Congreso Internacional de Estudiantes de Historia 2012. De manera curiosa en su primera actividad de difusión la totalidad de panelistas son historiadores desde licenciados hasta doctores, lo cual no demuestra mucho que los estudiantes de historia sean capaces de proponer una agenda intelectual por sí mismos. Esperemos que un evento de estudiantes no tengan como protagonistas a los docentes pues ello no augura ninguna renovación intelectual.
Sin ánimo de cuestionar este evento que aún no se realiza mi objetivo es plantear que la praxis del historiador actual es una actividad fragmentaria y como evidencia de ello tal vez pueda revisarse con más detalle y en otra oportunidad un balance detallado de la historiografía actual.
¿Por qué la praxis del historiador peruano es una actividad fragmentaria?
En primer término porque la mayoría de temas nacen, se reproducen y mueren dentro de las mismas aulas. Algo conocido como ostracismo intelectual que en diferentes grados está asociado a la formación del historiador-empresario que Carlos Lazo criticaba duramente. Es decir la formación de un historiador desideologizado y pragmático cuyo objetivo de ascender económicamente supedita su labor historiográfica. Desde el estudiante que estudia sin estudiar hasta el estudiante que estudia para trabajar pasando por el estudiante resignado a estudiar encontramos que la actividad es fragmentaria porque sólo cumple un interés personal, no colectivo.
En segundo término por un fenómeno general de tecnocratización, superespecialización y desideologización que atraviesan las carreras actuales dentro de un proceso económico y político neoliberal en la que la lógica mercantil y la filosofía del consumo conducen a un resultado muy nefasto: el divorcio entre las ciencias sociales y de ellas con los movimientos sociales. En el caso de la historiografía esto es el resultado negativo de la escuela de los Annales, el positivismo y del postmodernismo que conducen a generar estudios en extremo particulares o que vuelven a poner de moda la vieja tendencia de historiar a personajes desligados de la masa. E indirectamente a levantar el discurso que dice que la historia la hacen los historiadores, la economía los economistas, la política los políticos, y demás paralogismos.
En tercer término por la falta de compromiso político e ideológico que el conjunto de historiadores aceptan y reproducen por la falsa premisa de que la historia científica es aquella libre de ideología, contenido filosófico o de sentido crítico.
Lastimosamente esto conduce a una actividad fragmentaria. El historiador no vive al margen de la sociedad, ni por encima de ella. Su trabajo intelectual no le niega su condición de obrero y de ser social en el que la problemática de su tiempo atraviesa todos los tejidos de su cuerpo y se relacionan a la actitud que asume.
¿Qué tipo de historiador es aquel que se contenta con describir un hecho, mostrar una realidad y rehúsa asumir un papel activo en la transformación? ¿Qué tipo de sociedad es aquella que valora a un historiador por debajo de un futbolista por ejemplo?
El compromiso político e ideológico convierte al historiador en parte de la propia historia como actor junto a la masa. Es lo que se conoce como el intelectual orgánico propuesta por Gramsci y que es vigente aún.
Si estas ideas finales son rechazadas por algún lector al menos ¿cómo puede un historiador tener un rol protagónico en una sociedad que no sólo lo ignora sino que de antemano lo condiciona a participar de un sistema basado aún en la lucha de clases? O ¿Acaso alguien puede simplemente negar esta encrucijada?
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